samedi 18 janvier 2014

EL VATICANO UN ALIADO INCONDICIONAL DEL IMPERIO


NOTA: He escrito este articulo antes que llegara el papa Francisco. Por supuesto que no es parte de las consideraciones que yo hago referente al papado, visto que se comprometió cambiar fundamentalmente el Vaticano y el rumbo de sus orientaciones. Veremos con el tiempo hasta donde llegaran estos cambios. Por el momento, le hago confianza y mi deseo lo mas grande es que la Iglesia recupere su libertad evangélica de acción y su catolicidad.





Yo soy creyente de fe católica y es con una cierta molestia impregnada de cólera y vergüenza que denuncio esta alianza escandalosa del Papado con las fuerzas del Imperio que domina actualmente el mundo. Aún que las iglesias se vacían y numerosos creyentes han hecho su luto de una institución en la cual su fe evangélica no se reconoce más, el Vaticano con todas sus instituciones y  especialmente el Papa siguen teniendo una gran influencia en la opinión occidental. Él es una fuerza que los países del Occidente, llamados cristianos, prefieren tener con ellos. Ahora bien, lo que hacen los países del Occidente y el Imperio, va totalmente en contra de la vía trazada y enseñada por Jesús de Nazaret.

¿DE QUÉ IMPERIO SE TRATA?


Pocas personas dudan, hoy, del hecho de que vivamos en un mundo dominado por la potencia de un imperio que se revela tanto por la fuerza de sus armamentos más sofisticados que por su mano puesta sobre las riquezas y los sistemas financieros que controlan la economía de los pueblos. Un verdadero Imperio que dirige las principales palancas de los poderes políticos, económicos, mediáticos, judiciales y financieros.

Se trata, esencialmente, de las grandes oligarquías que se imponen a los principales Gobiernos del Occidente y del mundo. Sus poderes se expresan política y prioritariamente a través del Gobierno de los Estados Unidos, de Israel y de sus  principales aliados que son Francia, Gran Bretaña, Alemania, Canadá, Italia y España. Inútil de añadir que este modelo de dominación se extiende a todas las oligarquías que controlan las instituciones políticas, económicas, mediáticas y culturales de sus propios países.

En el centro de este Occidente, dicho cristiano, tenemos al Vaticano dominado por la figura del papado. Durante los 33 últimos años, de 1978-2012, el papado desempeñó un papel político especialmente intenso, en primer lugar en la lucha contra el comunismo de la Unión Soviética y, más tarde, contra los movimientos sociales y políticos de los países del tercer mundo que buscan romper la hegemonía de las oligarquías sobre su propio futuro. En estos dos casos, el Vaticano y el Papado fueron aliados fiables tanto de las Administraciones Reagan, Clinton, Bush-padre, Bush-hijo y de Obama que de las oligarquías.

Juan-Pablo II

La figura de Juan-Pablo II es para siempre vinculada a esta victoria del Occidente sobre el régimen de la Unión Soviética. El Presidente Ronald Reagan había encontrado en él a un aliado con quien podía contar y podemos decir igualmente para  Juan-Pablo II hacia el Presidente Reagan. Ambos querían acabar con el comunismo y que  mejor adjuntar los recursos de los unos con los otros para llegar. Conocemos ahora cómo el dinero y la información pasaban por el Vaticano para incorporarse a los movimientos subversivos en Polonia y más oficialmente al sindicato Solidarnosc. Conocemos lo que ha sucedido.

Esta colaboración también se perpetuó en América Latina, esta vez para hacer callar la voz de los pueblos que reclamaban más democracia y justicia. Numerosos sacerdotes y cristianos, inspirados por los documentos del Concilio Vaticano II (1965), por los de Medellín (1968) y por las reflexiones desarrolladas por los teólogos de la liberación, se encontraban en el centro de estos cuestionamientos del sistema que encerraba a los pueblos en la pobreza. Pues hubo todo un lado importante de la Iglesia que se comprometió con los pobres para transformar este sistema generador de pobreza, de analfabetismo, de discriminación, de autoritarismo e de injusticia.

Es lo que la Unidad popular, en Chile, bajo la Presidencia de Salvador Allende, se había propuesto en los años 1969 a 1973. Fue también lo que los Sandinistas, bajo la dirección de Daniel Ortega, se habían planteado, al final de los años setenta y principio de los años 1980. En numerosos países, la conciencia de los pueblos cogía cada vez más vigor bajo la influencia de organizaciones sociales, y a la vez de una Iglesia popular cada vez más presente y portadora de una nueva comprensión del compromiso de la fe. Las oligarquías y el Imperio no les gustaba mucho eso.

Aún allí, encontraron en el Papado, encarnado por Juan Pablo II, una colaboración que se hizo tanto más comprometida que estos distintos movimientos de los pueblos fueron designados con la palabra “comunismo”. Era pues, para este último, la continuación de un mismo combate. Un combate, seguramente más fácil puesto que estaría en condiciones de recurrir a su autoridad papal para volver a colocar a sus Pastores y rebaños en el derecho camino de la obediencia y la práctica sacramental y religiosa de la fe.

Se recordará su viaje a Nicaragua. Era entonces un aliado de Ronald Reagan que sostenía a los Contras, mercenarios al saldo de la Administración de los Estados Unidos, para combatir a los Sandinistas. Nada mejor, para entender el sentido de esta visita, que leer lo que nos dice uno de los principales protagonistas de este acontecimiento, el padre Ernesto Cardenal, entonces Ministro de la Cultura.




Se acordará también  su visita al Chile donde se hizo muy  reconciliador con el general Augusto Pinochet, este dictador sanguinario,
mientras permaneció silencioso sobre los crímenes cometidos por este último. Era más incisivo y explícito cuando se encontraba delante de los suyos en Polonia. Sabía, entonces, desafiar a las autoridades políticas y hacer valer los derechos de sus conciudadanos polacos.

Toda esta colaboración le valió el compartir la medalla de la Libertad, alta distinción de reconocimiento ofrecida por la Presidencia de Estados Unidos y, entre otras cosas, por Vernon A. Walters, quien había dado el acuerdo de la CIA al general Pinochet, en los años 1974-1975, con la operación Cóndor. Una iniciativa que iba a hacer millares de muertos y desaparecidos en toda
América Latina. Es este mismo Vernon Walters que Ronald Reagan había delegado ante Juan-Pablo II, a fines de 1979 y principios de 1980, para tenerlo informado sobre las políticas de la Casa Blanca relacionada con la Unión Soviética y América Latina. Como se dice en la lengua de las comunicaciones, “briefía” a Juan-Pablo II, una vez al mes, durante los encuentros programados de antemano.

Un último punto que es necesario, no obstante, mencionar es su condena de la invasión de Irak por los Estados Unidos, en 2003. Fue una condena que tenía nada para movilizar la Iglesia entera. Fue más bien una declaración para la historia que una verdadera movilización de todas las instancias eclesiales, nunciaturas, conferencias episcopales, sacerdotes y creyentes para denunciar esta guerra. Nada de estas movilizaciones de las cuales se había mostrado capaz como en sus luchas contra los contraceptivos, el matrimonio de las personas del mismo sexo y el aborto. Por otra parte, el hecho de que no se le haya escuchado no le impidió recibir la “medalla de la libertad” de las manos de aquel que había utilizado la mentira para entrar en guerra contra el pueblo iraquí.

Por fin, su puerta no se abría fácilmente a los que derogaban a sus consignas. Monseñor Óscar Romero, portador de un informe abrumador sobre los crímenes cometidos en el Salvador por las fuerzas del orden, había debido esperar durante días y sólo usando astucias para poder obtener un encuentro con el papa para entregarle este informe que no pareció interesarlo, sin más. El padre Ernesto Cardenal, de paso por Roma, en el otoño de 1978, había pedido entrevistarse con el papa. Fue en vano. Pero eso era más fácil para Lech Walesa.

Benedicto XVI

Su personalidad es obviamente diferente de la de Juan Pablo II, un gran comunicador y hombre de acción. Benedicto XVI se hace menos resplandeciente. Su carisma proviene ante todo de su inteligencia y capacidad a manejar las palabras, las lógicas, los sistemas de pensar, permitiéndole desarrollar doctrinas en apoyo a sus compromisos y a sus alianzas. Sabrá hacer juegos tanto con las citas, los principios que con los silencios, un poco como el titiritero hace bailar sus anillos en todos los sentidos sin perder ninguno.

Su contribución al servicio del imperio se desplegará, entre otras cosas, sobre dos frentes particulares: por una parte, el de la consolidación del vínculo entre islamismo y terrorismo, y por otra parte, el del descrédito de la teología de la liberación y la oposición institucional de la Iglesia a los países emergentes de América Latina.

1 - Islamismo y terrorismo

Recordamos, todos, el discurso pronunciado por el papa Benedicto XVI, el 12 de septiembre de 2006, en la Universidad de Ratisbona, delante de los representantes del mundo científico. Había entonces citado al emperador bizantino Manual II, Paleólogo del siglo XIV que, dirigiéndose a “un Persa culto”, se había exclamado: « Muéstrame pues lo que Mahoma aportó de nuevo, y hallarás solamente cosas malas e inhumanas, como su mandato de difundir por la espada la fe que predicaba. »

Con esta cita que levantó la cólera de los musulmanes a través del mundo, el papa aportaba agua al molino de la política de los Estados Unidos y de sus aliados en mira a los terroristas generalmente asociados al islamismo. En efecto, podemos preguntarnos cómo ha podido detenerse en esta única referencia, puesto que la propia historia del cristianismo está marcada por historias de horrores. Hubo obviamente la Inquisición, y también estas conquistas coloniales que se realizaron bajo la bandera de la cruz y de la espada en América Latina y África. Más cerca de nosotros, hay estas guerras llevadas por las Administraciones estadunidenses en nombre del Bien, tal cual está definido por los intereses de la gran potencia que se reclama de la bendición de Dios.

“En septiembre de 2002, George W. Bush revela, en un documento oficial, el programa de estrategia de la seguridad nacional que su administración cuenta proteger. Reitera la voluntad de su país de ganar la guerra contra el terrorismo. El Presidente Bush afirma que la guerra al terrorismo no hace más que comenzar. Él expresa su intención de favorecer la acción militar, incluyendo los bombardeos preventivos, para ganar esta guerra. La doctrina Bush constituye una vuelta importante en la Política exterior americana. Por primera vez, los Estados Unidos anuncian que no permitirán que su supremacía militar esté desafiada como lo estuvo durante la Guerra fría.

Esta doctrina redefine a fondo la estrategia de defensa americana con el fin de garantizar que ningún ataque - nuclear, químico, biológico, etc. - pueda lanzarse contra los Estados Unidos. En esta óptica, todo país que no actúa contra los grupos del terror dentro de sus fronteras estará en un estado de guerra virtual con Washington. Basándose en el principio del derecho a la autodefensa, Bush hace de estos bombardeos un elemento central de su doctrina. Así la intervención en Irak se justifica. Detrás de esta visión, se dibujan también los objetivos de los neoconservadores que desean remodelar el Medio Oriente.

Hasta ahora, Benedicto XVI nunca cuestionó esta doctrina del bien y del mal tal como está presentada por Bush-hijo. Nunca ha desarrollado las distintas fisonomías que pueden tomar el terrorismo y las aberraciones a las cuales puede conducir. Su idea del terrorismo se ajusta a la de Washington que él refuerza manteniendo la presión sobre los países árabes y musulmanes. Si ha condenado, de la punta de los labios, la invasión de Libia, él no se ha transformado en un militante para impedirlo. Cuando América Latina y África pedían que el problema de Libia se arreglase por la vía política, el Vaticano siguió siendo muy silencioso. La vía de las armas, cuando está llevada por el Occidente, supuesto cristiano, no parece perturbarlo sin otra medida. Eso forma parte de sus distintos sistemas de pensamiento. La Iglesia está incluso allí para acompañar y bendecir el coraje de los soldados que combaten en Afganistán.

El día de la clausura de los Días mundiales de la juventud en España, mientras  tenía una tribuna excepcional para denunciar con vigor la intervención militar de la OTAN en Libia, no hizo nada. Pues estaba informado sobre todos los crímenes y masacres humanos que se cometía y que otros iban a producirse dentro de las próximas horas. Fue en este mismo día precisamente en que la OTAN y los rebeldes hicieron esta puesta en escena engañosa de la toma de la Plaza verde de Trípoli. Ellos no estaban en su primera marrullería y Benedicto XVI lo sabía gracias al Patriarca episcopal de Trípoli que le había pedido en sucesivas ocasiones de denunciar esta intervención criminal de la OTAN. Debemos  creer que los cruzados del Occidente dan a la violencia un determinado olor de santidad puesto que no fue cuestionada a lo largo de los tres días pasados en España para las celebraciones de los JMJ.

2 - Contra la teología de la liberación y los países emergentes

Benedicto XVI continuó a proseguir  a los teólogos de la liberación que identificaba, en su sistema de pensamiento, a marxistas en sotana, vaciando la fe de su contenido religioso y las iglesias de sus fieles. Una ideología sin consistencia, llevada por una pura palabrería. “Con una observación más atenta, todo este razonamiento resulta ser una palabrería utópica sin contenido real, al menos de postular sin decirlo  que son las doctrinas partidarias que deberán determinar el contenido de estos conceptos que cada uno se verá obligado a aceptar.” (p.75)

Este extracto es tomado de su libro sobre Jesús de Nazaret. En este libro, habla de la teología de liberación con palabras veladas y sin nunca referirse a ella explícitamente. Una característica, seguramente de su personalidad, que le permite esquivar réplicas diciendo al mismo tiempo lo que quiere decir. Desde su primer viaje a Brasil había  denunciado esta teología como una ideología sin fundamento. « Hostil a la Teología de la Liberación, nacida en América Latina en los años sesenta, Benedicto XVI afirmó que el catolicismo “no es una ideología política ni un movimiento social ni un sistema económico”, pero “la fe en un Dios amor”. Sin embargo criticó a los “Gobiernos autoritarios” y la vuelta a “ciertas ideologías que se creía pasadas y que no corresponden a la visión cristiana del hombre y la sociedad”.Todos los observadores han detectado  un ataque contra la izquierda antiliberal y procubana que domina en Venezuela de Hugo Chávez y en Bolivia del Presidente amerindio Evo Morales, que el papa no obstante no ha citado. »

Sabemos que, en estos dos países Bolivia y Venezuela, la iglesia institucional, por sus nuncios apostólicos, sus obispos y cardenales, jugó un papel activo para hacer fracasar estos Gobiernos. Las oligarquías locales, de mecha con la Iglesia, fueron activas ante las poblaciones y distintos organismos sociales para desacreditar a estos Gobiernos. Más recientemente, en 2009, vimos al cardenal Óscar Andrés Rodriguez Maradiaga  de Honduras implicarse directamente en el golpe de Estado militar que iba a sacar por las armas al Presidente, legítimamente elegido, para sustituirlo por uno de los suyos. Roma no pareció especialmente escandalizada por este compromiso político. He aquí lo que escribía Benedicto XVI en su encíclica “Veritas en Caritate”, pensando esta vez a los sacerdotes y miembros de la iglesia comprometida con el pueblo.

27-a a) El orden justo de la sociedad y del Estado es el deber esencial de la política.” 28-a “La doctrina social de la Iglesia arguye a partir de la razón y del derecho natural, es decir, a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano. Sabe que no corresponde a la Iglesia hacer valer ella misma políticamente esta doctrina: quiere servir la formación de las conciencias en el ámbito político y contribuir a hacer crecer la percepción de las verdaderas exigencias de la justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad de actuar en función de ellas, aunque eso está en oposición con situaciones de interés personal.”

Según este texto, la justicia no es un imperativo evangélico, sino una cuestión de derecho natural. A este respecto, no corresponde a la Iglesia comprometerse en la acción política. Ahora bien, los ejemplos no faltan de estos compromisos por parte de las más Altas Autoridades religiosas. Lo que se permiten, lo prohíben a los y las que no comparten su visión de las cosas, entre otras cosas, los teólogos de la liberación. La palabra justicia es una de las palabras que aparece más a menudo en el Antiguo y Nuevo Testamento. La justicia forma parte de estos imperativos evangélicos y a este respecto la Iglesia no puede limitarse a ser una simple observadora. El razonamiento de Benedicto XVI podría sin duda aplicarse a los preservativos y al matrimonio de las personas del mismo sexo, pero no ciertamente a la justicia. Cuando los teólogos analizan los sistemas políticos y económicos y explican su funcionamiento, hacen obra de formación de las conciencias. Cuando denuncian las injusticias que estos sistemas generan, hacen obra de evangelización.

CONCLUSIÓN

Existe en la fe como en todo compromiso de vida una radicalidad que viene a buscar la totalidad del ser. Sobre las cuestiones de fondo, no se puede tener una media medida. Las respuestas de Jesús a las tres tentaciones a las cuales se sometió en el desierto nos dicen enormemente a este respecto. No se puede servir a la vez, por una parte, la justicia, la verdad, la solidaridad, la compasión, la paz, la libertad y, por otra parte, la injusticia, la mentira, el individualismo, la intransigencia, la guerra, la soberanía. No se puede servir “a Dios” y “a Mammón” a la vez.

El papado, el Vaticano y sus representantes en el mundo son presos de una ideología que les llevan, por una parte, a ser aliados de las fuerzas oligárquicas que dominan el Occidente y, por otra parte, a transformar los imperativos evangélicos de la llegada del “reino de Dios sobre tierra” en cultos religiosos y sacramentales que devuelven a un mundo de un más allá imperceptible.

Esta Iglesia debe de nuevo convertirse hacia la Humanidad como lo hizo el Hijo del Padre incorporándose allí donde están los más débiles, los más rechazados, olvidados y dominados. Debe volver a encontrar la libertad de la palabra profética que permita denunciar la hipocresía, las injusticias, la codicia, las guerras de conquista, la dominación y las mentiras cubiertas con acciones humanitarias, envenenando así las conciencias.

Oscar Fortin
Québec, le 19 janvier 2014


traduction: Marius Morin

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