NOTA: He escrito
este articulo antes que llegara el papa Francisco. Por supuesto que no es parte
de las consideraciones que yo hago referente al papado, visto que se comprometió
cambiar fundamentalmente el Vaticano y el rumbo de sus orientaciones. Veremos con
el tiempo hasta donde llegaran estos cambios. Por el momento, le hago confianza
y mi deseo lo mas grande es que la Iglesia recupere su libertad evangélica de acción y su
catolicidad.
Yo soy creyente de fe católica y es con una
cierta molestia impregnada de cólera y vergüenza que denuncio esta alianza
escandalosa del Papado con las fuerzas del Imperio que domina actualmente el
mundo. Aún que las iglesias se vacían y numerosos creyentes han hecho su luto
de una institución en la cual su fe evangélica no se reconoce más, el Vaticano
con todas sus instituciones y
especialmente el Papa siguen teniendo una gran influencia en la opinión
occidental. Él es una fuerza que los países del Occidente, llamados cristianos,
prefieren tener con ellos. Ahora bien, lo que hacen los países del Occidente y
el Imperio, va totalmente en contra de la vía trazada y enseñada por Jesús de
Nazaret.
¿DE QUÉ IMPERIO SE TRATA?
Pocas
personas dudan, hoy, del hecho de que vivamos en un mundo dominado por la
potencia de un imperio que se revela tanto por la fuerza de sus armamentos más
sofisticados que por su mano puesta sobre las riquezas y los sistemas
financieros que controlan la economía de los pueblos. Un verdadero Imperio que
dirige las principales palancas de los poderes políticos, económicos,
mediáticos, judiciales y financieros.
Se trata, esencialmente, de las grandes
oligarquías que se imponen a los principales Gobiernos del Occidente y del
mundo. Sus poderes se expresan política y prioritariamente a través del
Gobierno de los Estados Unidos, de Israel y de sus principales aliados que son Francia, Gran
Bretaña, Alemania, Canadá, Italia y España. Inútil de añadir que este modelo de
dominación se extiende a todas las oligarquías que controlan las instituciones
políticas, económicas, mediáticas y culturales de sus propios países.
En el centro de este Occidente, dicho
cristiano, tenemos al Vaticano dominado por la figura del papado. Durante los
33 últimos años, de 1978-2012, el papado desempeñó un papel político
especialmente intenso, en primer lugar en la lucha contra el comunismo de la
Unión Soviética y, más tarde, contra los movimientos sociales y políticos de
los países del tercer mundo que buscan romper la hegemonía de las oligarquías
sobre su propio futuro. En estos dos casos, el Vaticano y el Papado fueron
aliados fiables tanto de las Administraciones Reagan, Clinton, Bush-padre,
Bush-hijo y de Obama que de las oligarquías.
Juan-Pablo II
La
figura de Juan-Pablo II es para siempre vinculada a esta victoria del Occidente
sobre el régimen de la Unión Soviética. El Presidente Ronald Reagan había
encontrado en él a un aliado con quien podía contar y podemos decir igualmente
para Juan-Pablo II hacia el Presidente
Reagan. Ambos querían acabar con el comunismo y que mejor adjuntar los recursos de los unos con
los otros para llegar. Conocemos ahora cómo el dinero y la información pasaban
por el Vaticano para incorporarse a los movimientos subversivos en Polonia y
más oficialmente al sindicato Solidarnosc. Conocemos lo que ha sucedido.
Esta colaboración también se perpetuó en
América Latina, esta vez para hacer callar la voz de los pueblos que reclamaban
más democracia y justicia. Numerosos sacerdotes y cristianos, inspirados por
los documentos del Concilio Vaticano II (1965), por los de Medellín (1968) y
por las reflexiones desarrolladas por los teólogos de la liberación, se
encontraban en el centro de estos cuestionamientos del sistema que encerraba a
los pueblos en la pobreza. Pues hubo todo un lado importante de la Iglesia que
se comprometió con los pobres para transformar este sistema generador de
pobreza, de analfabetismo, de discriminación, de autoritarismo e de injusticia.
Es lo que la Unidad popular, en Chile, bajo la Presidencia de Salvador
Allende, se había propuesto en los años 1969 a 1973. Fue también lo que los
Sandinistas, bajo la dirección de Daniel Ortega, se habían planteado, al final
de los años setenta y principio de los años 1980. En numerosos países, la
conciencia de los pueblos cogía cada vez más vigor bajo la influencia de
organizaciones sociales, y a la vez de una Iglesia popular cada vez más
presente y portadora de una nueva comprensión del compromiso de la fe. Las
oligarquías y el Imperio no les gustaba mucho eso.
Aún
allí, encontraron en el Papado, encarnado por Juan Pablo II, una colaboración
que se hizo tanto más comprometida que estos distintos movimientos de los
pueblos fueron designados con la palabra “comunismo”. Era pues, para este
último, la continuación de un mismo combate. Un combate, seguramente más fácil
puesto que estaría en condiciones de recurrir a su autoridad papal para volver
a colocar a sus Pastores y rebaños en el derecho camino de la obediencia y la
práctica sacramental y religiosa de la fe.
Se recordará su viaje a Nicaragua. Era entonces un aliado de Ronald
Reagan que sostenía a los Contras, mercenarios al saldo de la Administración de
los Estados Unidos, para combatir a los Sandinistas. Nada mejor, para entender
el sentido de esta visita, que leer lo que nos dice uno de los principales
protagonistas de este acontecimiento, el padre Ernesto Cardenal, entonces
Ministro de la Cultura.
Se
acordará también su visita al Chile donde se hizo muy reconciliador con el general Augusto
Pinochet, este dictador sanguinario,
mientras permaneció silencioso sobre los
crímenes cometidos por este último. Era más incisivo y explícito cuando se
encontraba delante de los suyos en Polonia. Sabía, entonces, desafiar a las
autoridades políticas y hacer valer los derechos de sus conciudadanos polacos.
Toda esta
colaboración le valió el compartir la medalla de la
Libertad, alta distinción de
reconocimiento ofrecida por la Presidencia de Estados Unidos y, entre otras
cosas, por Vernon A.
Walters, quien había dado el
acuerdo de la CIA al general Pinochet, en los años 1974-1975, con la operación Cóndor. Una iniciativa que iba a hacer millares de muertos
y desaparecidos en toda
América Latina. Es este mismo Vernon Walters que Ronald
Reagan había delegado ante Juan-Pablo II, a fines de 1979 y principios de 1980,
para tenerlo informado sobre las políticas de la Casa Blanca relacionada con la
Unión Soviética y América Latina. Como se dice en la lengua de las
comunicaciones, “briefía” a Juan-Pablo II, una vez al mes, durante los
encuentros programados de antemano.
Un último punto que es necesario, no obstante, mencionar es su condena de
la invasión de Irak por los Estados Unidos, en 2003. Fue una condena que tenía
nada para
movilizar la Iglesia entera. Fue más bien una declaración para la historia que una
verdadera movilización de todas las instancias eclesiales, nunciaturas,
conferencias episcopales, sacerdotes y creyentes para denunciar esta guerra.
Nada de estas movilizaciones de las cuales se había mostrado capaz como en sus
luchas contra los contraceptivos, el matrimonio de las personas del mismo sexo
y el aborto. Por otra parte, el hecho de que no se le haya escuchado no le
impidió recibir la “medalla de la libertad” de las manos de aquel que había
utilizado la mentira para entrar en guerra contra el pueblo iraquí.
Por fin, su puerta no se
abría fácilmente a los que derogaban a sus consignas. Monseñor Óscar Romero,
portador de un informe abrumador sobre los crímenes cometidos en el Salvador
por las fuerzas del orden, había debido esperar durante días y sólo usando
astucias para poder obtener un encuentro con el papa para entregarle este
informe que no pareció interesarlo, sin más. El padre Ernesto Cardenal, de paso
por Roma, en el otoño de 1978, había pedido entrevistarse con el papa. Fue en
vano. Pero eso era más fácil para Lech Walesa.
Benedicto XVI
Su
personalidad es obviamente diferente de la de Juan Pablo II, un gran comunicador
y hombre de acción. Benedicto XVI se hace menos resplandeciente. Su carisma
proviene ante todo de su inteligencia y capacidad a manejar las palabras, las
lógicas, los sistemas de pensar, permitiéndole desarrollar doctrinas en apoyo a
sus compromisos y a sus alianzas. Sabrá hacer juegos tanto con las citas, los
principios que con los silencios, un poco como el titiritero hace bailar sus
anillos en todos los sentidos sin perder ninguno.
Su contribución al servicio del imperio se
desplegará, entre otras cosas, sobre dos frentes particulares: por una parte,
el de la consolidación del vínculo entre islamismo y terrorismo, y por otra
parte, el del descrédito de la teología de la liberación y la oposición
institucional de la Iglesia a los países emergentes de América Latina.
1 - Islamismo y terrorismo
Recordamos, todos, el discurso pronunciado por
el papa Benedicto XVI, el 12 de septiembre de 2006, en la Universidad de
Ratisbona, delante de los representantes del mundo científico. Había entonces
citado al emperador bizantino Manual II, Paleólogo del siglo XIV que,
dirigiéndose a “un Persa culto”, se había exclamado: « Muéstrame
pues lo que Mahoma aportó de nuevo, y hallarás solamente cosas malas e
inhumanas, como su mandato de difundir por la espada la fe que predicaba. »
Con esta cita que levantó la cólera de los
musulmanes a través del mundo, el papa aportaba agua al molino de la política
de los Estados Unidos y de sus aliados en mira a los terroristas generalmente
asociados al islamismo. En efecto, podemos preguntarnos cómo ha podido
detenerse en esta única referencia, puesto que la propia historia del
cristianismo está marcada por historias de horrores. Hubo obviamente la
Inquisición, y también estas conquistas coloniales que se realizaron bajo la
bandera de la cruz y de la espada en América Latina y África. Más cerca de
nosotros, hay estas guerras llevadas por las Administraciones estadunidenses en
nombre del Bien, tal cual está definido por los intereses de la gran potencia
que se reclama de la bendición de Dios.
“En septiembre de 2002, George W. Bush revela,
en un documento oficial, el programa de estrategia de la seguridad nacional que
su administración cuenta proteger. Reitera la voluntad de su país de ganar la
guerra contra el terrorismo. El Presidente Bush afirma que la guerra al
terrorismo no hace más que comenzar. Él expresa su intención de favorecer la
acción militar, incluyendo los bombardeos preventivos, para ganar esta guerra.
La doctrina Bush constituye una vuelta importante en la Política exterior
americana. Por primera vez, los Estados Unidos anuncian que no permitirán que
su supremacía militar esté desafiada como lo estuvo durante la Guerra fría.
Esta doctrina redefine a fondo la estrategia
de defensa americana con el fin de garantizar que ningún ataque - nuclear,
químico, biológico, etc. - pueda lanzarse contra los Estados Unidos. En esta
óptica, todo país que no actúa contra los grupos del terror dentro de sus
fronteras estará en un estado de guerra virtual con Washington. Basándose en el
principio del derecho a la autodefensa, Bush hace de estos bombardeos un
elemento central de su doctrina. Así la intervención en Irak se justifica.
Detrás de esta visión, se dibujan también los objetivos de los neoconservadores
que desean remodelar el Medio Oriente.
Hasta
ahora, Benedicto XVI nunca cuestionó esta doctrina del bien y del mal tal como
está presentada por Bush-hijo. Nunca ha desarrollado las distintas fisonomías
que pueden tomar el terrorismo y las aberraciones a las cuales puede conducir.
Su idea del terrorismo se ajusta a la de Washington que él refuerza manteniendo
la presión sobre los países árabes y musulmanes. Si ha condenado, de la punta
de los labios, la invasión de Libia, él no se ha transformado en un militante
para impedirlo. Cuando América Latina y África pedían que el problema de Libia
se arreglase por la vía política, el Vaticano siguió siendo muy silencioso. La
vía de las armas, cuando está llevada por el Occidente, supuesto cristiano, no
parece perturbarlo sin otra medida. Eso forma parte de sus distintos sistemas
de pensamiento. La Iglesia está incluso allí para acompañar y bendecir el
coraje de los soldados que combaten en Afganistán.
El día de la clausura de los Días mundiales de
la juventud en España, mientras tenía
una tribuna excepcional para denunciar con vigor la intervención militar de la
OTAN en Libia, no hizo nada. Pues estaba informado sobre todos los crímenes y
masacres humanos que se cometía y que otros iban a producirse dentro de las
próximas horas. Fue en este mismo día precisamente en que la OTAN y los
rebeldes hicieron esta puesta en escena engañosa de la toma de la Plaza verde
de Trípoli. Ellos no estaban en su primera
marrullería y Benedicto XVI lo sabía gracias al Patriarca episcopal de Trípoli
que le había pedido en sucesivas ocasiones de denunciar esta intervención
criminal de la OTAN. Debemos creer que
los cruzados del Occidente dan a la violencia un determinado olor de santidad
puesto que no fue cuestionada a lo largo de los tres días pasados en España
para las celebraciones de los JMJ.
2 - Contra la teología de la liberación y los países emergentes
Benedicto XVI continuó a proseguir a los teólogos de la liberación que
identificaba, en su sistema de pensamiento, a marxistas en sotana, vaciando la
fe de su contenido religioso y las iglesias de sus fieles. Una ideología sin
consistencia, llevada por una pura palabrería. “Con una observación más atenta,
todo este razonamiento resulta ser una palabrería utópica sin contenido real,
al menos de postular sin decirlo que son
las doctrinas partidarias que deberán determinar el contenido de estos
conceptos que cada uno se verá obligado a aceptar.” (p.75)
Este extracto es tomado de su libro sobre Jesús de Nazaret. En este
libro, habla de la teología de liberación con palabras veladas y sin nunca
referirse a ella explícitamente. Una característica, seguramente de su
personalidad, que le permite esquivar réplicas diciendo al mismo tiempo lo que quiere
decir. Desde su
primer viaje a Brasil había denunciado esta teología como una ideología sin fundamento. « Hostil a la Teología de la Liberación,
nacida en América Latina en los años sesenta, Benedicto XVI afirmó que el
catolicismo “no es una ideología política ni un movimiento social ni un sistema
económico”, pero “la fe en un Dios amor”. Sin embargo criticó a los “Gobiernos
autoritarios” y la vuelta a “ciertas ideologías que se creía pasadas y que no
corresponden a la visión cristiana del hombre y la sociedad”.
Todos los observadores han detectado
un ataque contra la izquierda antiliberal y procubana que domina en
Venezuela de Hugo Chávez y en Bolivia del Presidente amerindio Evo Morales, que
el papa no obstante no ha citado. »
Sabemos que, en estos dos países Bolivia y Venezuela, la iglesia
institucional, por sus nuncios apostólicos, sus obispos y cardenales, jugó un
papel activo para hacer fracasar estos Gobiernos. Las oligarquías locales, de
mecha con la Iglesia, fueron activas ante las poblaciones y distintos
organismos sociales para desacreditar a estos Gobiernos. Más recientemente, en
2009, vimos al cardenal Óscar Andrés Rodriguez Maradiaga de Honduras implicarse directamente en el golpe de
Estado militar que iba a sacar por las armas al Presidente, legítimamente
elegido, para sustituirlo por uno de los suyos. Roma no pareció especialmente
escandalizada por este compromiso político. He aquí lo que escribía Benedicto
XVI en su encíclica
“Veritas en Caritate”, pensando esta vez a los sacerdotes y miembros de la
iglesia comprometida con el pueblo.
27-a a) “El orden justo de la sociedad y
del Estado es el deber esencial de la política.” 28-a “La doctrina
social de la Iglesia arguye a partir de la razón y del derecho natural, es
decir, a partir de lo que es conforme a la naturaleza de todo ser humano.
Sabe que no corresponde a la Iglesia hacer valer ella misma políticamente esta doctrina:
quiere servir la formación de las conciencias en el ámbito político y
contribuir a hacer crecer la percepción de las verdaderas exigencias de la
justicia y, al mismo tiempo, la disponibilidad de actuar en función de ellas,
aunque eso está en oposición con situaciones de interés personal.”
Según este texto, la justicia no es un
imperativo evangélico, sino una cuestión de derecho natural. A este respecto,
no corresponde a la Iglesia comprometerse en la acción política. Ahora bien,
los ejemplos no faltan de estos compromisos por parte de las más Altas Autoridades
religiosas. Lo que se permiten, lo prohíben a los y las que no comparten su
visión de las cosas, entre otras cosas, los teólogos de la liberación. La
palabra justicia es una de las palabras que aparece más a menudo en el Antiguo
y Nuevo Testamento. La justicia forma parte de estos imperativos evangélicos y
a este respecto la Iglesia no puede limitarse a ser una simple observadora. El
razonamiento de Benedicto XVI podría sin duda aplicarse a los preservativos y
al matrimonio de las personas del mismo sexo, pero no ciertamente a la
justicia. Cuando los teólogos analizan los sistemas políticos y económicos y
explican su funcionamiento, hacen obra de formación de las conciencias. Cuando
denuncian las injusticias que estos sistemas generan, hacen obra de
evangelización.
CONCLUSIÓN
Existe en la fe como en todo compromiso de
vida una radicalidad que viene a buscar la totalidad del ser. Sobre las cuestiones
de fondo, no se puede tener una media medida. Las respuestas de Jesús a las
tres tentaciones a las cuales se sometió en el desierto nos dicen enormemente a
este respecto. No se puede servir a la vez, por una parte, la justicia, la
verdad, la solidaridad, la compasión, la paz, la libertad y, por otra parte, la
injusticia, la mentira, el individualismo, la intransigencia, la guerra, la
soberanía. No se puede servir “a Dios” y “a Mammón” a la vez.
El papado, el Vaticano y sus representantes en
el mundo son presos de una ideología que les llevan, por una parte, a ser
aliados de las fuerzas oligárquicas que dominan el Occidente y, por otra parte,
a transformar los imperativos evangélicos de la llegada del “reino de Dios
sobre tierra” en cultos religiosos y sacramentales que devuelven a un mundo de
un más allá imperceptible.
Esta Iglesia debe de nuevo convertirse hacia
la Humanidad como lo hizo el Hijo del Padre incorporándose
allí donde están los más débiles, los más rechazados, olvidados y dominados.
Debe volver a encontrar la libertad de la palabra profética que permita
denunciar la hipocresía, las injusticias, la codicia, las guerras de conquista,
la dominación y las mentiras cubiertas con acciones humanitarias, envenenando
así las conciencias.
Oscar Fortin
Québec, le 19 janvier 2014
traduction: Marius Morin
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