REVISADO POR PEDRO
Según el
Evangelio de Mateo (Mt. 25, 31-46), Jesús expresa lo que será el Juicio Final.
Este relato proviene de los comienzos de la Iglesia, incluso antes de que ella
misma haya establecido la sacramentalidad y las normas morales, conduciendo a la salvación eterna. Según
estas nuevas normas y los sacramentos que
las fundan, el “Juicio Final” recubre
un sentido totalmente diferente, puesto que los sucesores de Pedro, deteniendo el poder de
atar y desatar, pueden definirlo diferentemente. Entonces veamos lo que eso nos da.
« Y cuando el Hijo del hombre
venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará
sobre el trono de su gloria. Y serán reunidas delante de él todas las gentes: y
los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los
cabritos. Y pondrá las ovejas á su derecha, y los cabritos á la izquierda.
Entonces el Rey dirá á los que estarán á su derecha: Venid, benditos de mi
Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. »
Ustedes
aceptaron la fe en la Iglesia católica, la única en detener el poder de
abrirles las puertas del cielo.
Siguieron las
directivas de sus Pastores sobre la práctica fiel de los sacramentos,
especialmente los del bautismo, de la confesión, del matrimonio y de la Eucaristía dominical cada semana.
Hicieron sus
Pascuas anualmente.
Participaron
generosamente en el pago del diezmo exigido por su Iglesia.
Se abstuvieron
del uso de contraceptivos en sus relaciones amorosas con su cónyuge y
también de otra relación
extramatrimonial.
Siempre han
llevado un gran respeto hacia los sucesores de los apóstoles,
obedeciéndoles en la fe y absteniéndose de criticarlos y
menospreciarlos ante el mundo.
Lucharon, en
unión con sus Pastores, contra el matrimonio homosexual y el aborto, contra las
ideologías marxistas y los teólogos de la liberación.
Me honraron
como Rey y Señor del mundo y adoraron a Dios con una gran devoción.
Entonces dirá también á los que
estarán á la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el diablo y para sus ángeles:
Pues, Ustedes
no reconocieron a la Iglesia Católica como la única iglesia apta a abrirles las
puertas del cielo.
No siguieron
las directivas de sus Pastores sobre la práctica de los sacramentos del
bautismo, de la confesión, del matrimonio y de la eucaristía dominical.
No pagaron su
diezmo a la Iglesia como se les pedía.
Utilizaron los
contraceptivos, favorecieron el matrimonio entre personas de un mismo sexo,
toleraron el aborto y conocieron las aventuras fuera del matrimonio.
No respetaron a
sus Pastores, haciéndoles la lección como si no fusen para ustedes mis únicos representantes.
Han sido
excomulgados por las autoridades eclesiales.
Dejaron de lado
a Dios y mi gloria de Rey del universo para preocuparse aún más del mundo y de sus
problemas, como si no estaba allí para solucionarlos.
Entonces ellos contestaron recordando a Jesus lo que
habia dicho al respeto del juicio final cuando andaba con sus discipulos poco
tiempo de irse a la casa de su Padre.
Pero Señor, ¿tú
mismo, no nos has enseñado a amar a nuestro próximo, a perdonar a los
pecadores, a ayuda a los muertos de hambre, a los extranjeros y a los
perseguidos?
¿No nos has
dicho que el Sabbat estaba al servicio del hombre y no el revés y que la ley no
era para dominar, pero para servir?
¿No nos has
dicho que no basta con decir Padre, para
acceder al Reino de Dios, sino de hacer su voluntad y que esta voluntad es
amarnos los unos a los otros en la
verdad, la justicia, el cumplimiento, la compasión y la misericordia?
¿No nos has
dado el ejemplo al condenar a los fariseos, los sumos sacerdotes y los doctores
de la ley de hipócritas y sepulcros blanqueados?
¿No nos has
afirmado lo que hacíamos al los más pequeños de los tuyos, era a ti que
lo hacíamos?
¿Cómo puedes enviarnos
a la gehena eterna si nos aplicamos, sin ser siempre conscientes, a poner en
práctica lo fundamental de tus enseñanzas?
¿No has
declarado que lo fundamental es la justicia, la misericordia y la fidelidad? (Mt.23,
23)
Entonces Jesús,
extrañado por esta contraparte y sin querer derogar de su promesa hecha a Pedro
de reconocer su poder de atar y desatar
en el cielo como en la tierra, pidió a Pedro lo que pensaba de eso.
Pedro tomó
entonces la palabra y dijo a Jesús: “Tu solo sabes leer en el fondo de los
corazones y reconocer a aquellos que te
han sido fieles. Lo hiciste conmigo mientras te había renegado y buscado
siempre a arrastrarte por caminos que no eran los de tu Padre.
Al escuchar la
defensa de esas gentes, reconozco, tu enseñanza y testimonio de vida. La gran
mayoría de la gente te ha seguido, conscientemente o no, hasta los más oscuros
atrincheramientos y en las periferias de los dejados por cuenta de la humanidad
para aportar luz, consuelo, justicia, verdad, amor, compasión y solidaridad.
Así pues, según
los poderes que me has dado sobre la tierra, tomo sobre mí el desligar estos
últimos de todas estas leyes acumuladas por una iglesia cortada de sus raíces
evangélicas. Hago lo mismo con todos los
demás que te han seguido con buena fe, pero no tanto por esa iglesia más
fundada en el legalismo y autoritarismo
que sobre tu Palabra de vida, el testimonio de tus apóstoles y profetas. Tomo
sobre mí persona esta traición de tu Iglesia como lo hice con mi triple traición hacia tu persona.
Entonces Jesús
declaró:
Vengan a mí, todas y todos los bendecidos de mi Padre.
No he venido para condenar sino para salvar, para abrir a todos las puertas de
un nuevo mundo. Por el contrario, que los mentirosos, los hipócritas, los
manipuladores, los codiciosos que no reconocen sus propias faltas, pensando dominarlo
todo, ¡que vayan a la gehena eterna!, es decir un momento de encuentro de cara
a cara conmigo, donde serán juzgados según sus obras y purificados por el fuego
eterno de mi Amor.
(El día del Señor: jour du seigneur, (1Co 5:5; 2Co 1:14; 1Tes 5:2; 2Pe
3:10-18; Ap 1:10; 1 Tim 3)
Oscar Fortin
Québec, el 30 de enero
traductor :
Marius Morin